lunes, 4 de marzo de 2019

El aprendizaje significativo en la enseñanza de adultos en contextos académicos y organizacionales



En general las teorías constructivistas enfatizan la idea que aprender no es una tarea pasiva, sino eminentemente activa. Aprendemos haciendo e incorporando lo nuevo que vamos conociendo, a los esquemas que ya poseemos. Aquí vemos cuatro premisas básicas de este enfoque teórico:

1. El conocimiento no se transmite, sino que se construye.
2. El aprendizaje es significativo (tiene significado para un individuo) cuando consigue conectar las ideas y esquemas de conocimiento que ya posee, con los nuevos contenidos que se presentan.
3. La información no es lo mismo que conocimiento, ya que conocer significa utilizar de una manera operativa y funcional los datos conseguidos.
4. El formador tiene un papel fundamental y crítico en modelar (“andamiar”, diría Bruner) la comprensión de los nuevos contenidos que se presentan, detectando a través del diálogo sus lagunas y presentándole la información a los alumnos, en un formato adecuado a su actual nivel de conocimientos.

Este enfoque teórico sustenta una didáctica que ese orienta entonces a:

• Presentar y organizar los contenidos del aprendizaje en un modelo de instrucción problematizadora.
• Promover las instancias pedagógico-didácticas, de tal manera que los datos e informaciones les lleguen siempre a los alumnos después de una problematización.
• Enfatizar la necesidad de proporcionar un marco contextual de ideas en el que se pueda incorporar el nuevo conocimiento.
• Promover el espíritu de búsqueda e investigación de los adultos.

También, la estructuración de los contenidos de forma relacionadas y con una complejidad creciente puede facilitar un aprendizaje significativo.
Otra estrategia consiste en acompaña con ayudas visuales a los contenidos, tales como mapas conceptuales, mapas de competencias, diagramas, gráficos, imágenes, animaciones, etc.

¿Qué formas de enseñanza ayudan mejor al aprendizaje significativo?

Educadores como Rousseau, Pestalozzi, Froebel, Dewey y Freire, hace tiempo señalaron que la enseñanza más eficiente es aquella que involucra activamente a los estudiantes en forma individual o en grupo, la que trata de mostrar más las interconexiones entre las áreas de conocimiento que sus límites demarcatorios y al mismo tiempo la que trata de establecer conexiones entre lo que se aprende, lo que ya se sabe y el mundo real.

Desde esta perspectiva podríamos señalar una serie de principios que manejados prudentemente, facilitarían formas de enseñanza orientados a aprendizajes significativos y a una evaluación al servicio de esos aprendizajes. Veámoslo en forma gráfica:


Según la figura anterior, el aprendizaje significativo de los adultos dependerá de que:

Nuestra enseñanza sea coherente: Paulo Freire sostenía que la búsqueda de la coherencia entre lo que se declama y lo que concretamente se realiza es una de las principales virtudes del educador y la educadora.

Si asumimos un enfoque formativo constructivista, luego no podemos impedir, con nuestros actos, que los adultos se movilicen en forma autónoma en la búsqueda del saber y los conocimientos. Por el contrario, debemos mantener la coherencia, promoviendo, en todo momento, a partir de nuestras estrategias y métodos de enseñanza aprendizaje, su autonomía.

Conectemos el conocimiento a lo que los alumnos ya saben: Los formadores y formadoras experimentados saben que la mejor forma de motivar a sus alumnos, y sobre todo si son adultos, es vincular los temas que desarrollan en sus clases con las cuestiones que les interesan.

Por supuesto que esto no quiere decir que debamos “reducir” nuestras enseñanzas sólo a lo que les interesa a los adultos, sino “vincular didácticamente” los temas con sus intereses. Es decir,  comprende la importancia de “partir desde” los conocimientos y saberes de los educandos, pero no para quedarse en ellos revoloteando como las mariposas en torno de la luz, sino para superarlos. Esta estrategia cumple con tres premisas fundamentales de una enseñanza realmente motivadora y crítica:

1. Respetar la cultura propia de los educandos, permitiéndoles así afirmar su sentido de la identidad, elemento este último fundamental en los procesos educativos realmente críticos
2. Lograr un punto metodológico y motivacional de arranque, evitando “extrañar” a nuestros estudiantes con temas y contenidos desconocidos para ellos y, por lo tanto, desvinculados de sus intereses concretos.
3. Conseguir que los estudiantes alcancen conocimientos elaborados, referidos a la cultura organizacional y a su sociedad, para promover en ellos actitudes críticas y autonomía de pensamiento.

Es innegable que el mundo de la educación de adultos ha cambiado considerablemente en las últimas décadas. Hasta hace poco tiempo esta modalidad de enseñanza se centraba fundamentalmente en aquellas personas que no habían tenido la posibilidad de acceder al sistema escolar y que, por lo tanto, necesitaban una oportunidad de aprendizaje que atendiera sus necesidades educativas básicas. Es decir, hablábamos de educación compensatoria. Sin embargo, ya en 1930 el economista británico John Maynard Keynes predecía que los avances tecnológicos se desarrollarían a tal velocidad que superarían nuestra capacidad de atender las nuevas necesidades de la sociedad. Entraríamos, así, a una “sociedad del conocimiento”, que exigiría una adaptación continua de nuestras competencias. Si miramos el mundo, y particularmente el Chile de hoy, es indudable que los anuncios de Keynes están plenamente vigentes. Si nos centramos sólo en los aspectos laborales, podemos darnos cuenta de que ya no basta con haber aprendido un oficio o haber adquirido una profesión, sino que se exige un perfeccionamiento y una actualización permanente de los conocimientos.

Hasta el momento hemos podido apreciar que buena parte de los aprendizajes de los adultos se caracterizan por desarrollarse, generalmente, en contextos de formación no formal e informal, en los cuales toma relevancia la trascendencia de lo aprendido para la práctica laboral presente y futura. Todo ello, sin embargo, debería producirse en un entorno pedagógico-didáctico, planificado y organizado especialmente para ellos. Dadas estas características especiales de los aprendices adultos, cabe entonces preguntarnos cómo podemos generar instancias de aprendizaje significativas y didácticas que se adscriban a ellos. La respuesta metodológica a esta interrogante la podemos encontrar en "la andragogía" de la cual hablaré en otro  artículo.

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